viernes, 10 de enero de 2014

Haciendo la Ronda por la agreste Costa Brava

Camí de Ronda entre Calella de Palafrugell y Cala Pedrosa (3 horas y 30 minutos aproximadamente)

Ya sé que en este blog pone que las andadas son por la provincia de Huesca (quizá tendría que cambiarlo) Pero me parece una chorrada hacer una andada bien maja como ésta y no escribir sobre ella.

Hace unos días, me escapé a la Costa Brava. Me gusta ese tipo de litoral agreste, con acantilados en los que las ramas de los pinos tocan prácticamente el mar. Por eso, me pareció tan maja esta ruta, aunque soplaba una tramontana del copón.

La ruta comienza en la localidad de Calella de Palafrugell (Girona) Una vez aparcados, se baja hasta la plaza de Port Bo. Los porches que tenemos que atravesar a pie de playa marcan el inicio de esta andadeta marina. El Camí de Ronda está bordea el mar y está muy bien acondicionada. Como pasa en toda la costa mediterránea sobran las urbanizaciones y edificios a medio construir que afean mucho el entorno. La vista de estos paisajes hace cincuenta o cien años debía ser para flipar antes de que los putos especuladores lo malmetieran todo.




El primer tramo de una media hora es asequible, con ligeras subidas y bajadas y nos llevará a la vecina localidad de Llafranc. Para que me entendáis, digamos que se encuentra en la cala siguiente de la que acoge a Calella. Cruzaremos el pueblo (podemos seguir las marcas de sendero porque forma parte del GR-92) hasta iniciar de nuevo la subida por un acceso a través de unas escaleras que parten del pequeño puerto de la localidad.

Aquí empieza el tramo más duro (y también más feo) de esta andada que discurre por una carretera en fuerte pendiente. El paseante cuenta con acera para que no le pasen los coches por encima. Tras otros veinte minutos o media hora de dura subida (dependiendo del fondo de cada uno) llegamos a uno de los puntos más interesantes: el Faro de San Sebastiá, a 178 metros sobre el nivel del mar. El Faro data de 1857, en tiempos de Isabel II según se puede leer en grandes letras en la fachada del edificio.


Nos olvidamos de la carretera y subimos unas pequeñas escaleras de madera que discurren por un sendero de tierra hasta llegar a la zona monumental de San Sebastiá, que contiene un baluarte, una capilla, un hotel-restaurante...e incluso los restos de un poblado íbero.



Del citado poblado parte un sendero que nos introduce en un bosque, volviendo a bordear la escarpada costa. Esta es la parte más "natural" del camino y muy, muy bonita. Llega un momento en el que el camino limita a un lado con el bosque y al otro con campos de cultivo hasta que, al cabo de unos quince minutos de haber dejado los restos arqueológicos pre-romanos, una señal nos indica que nos adentremos en un pequeño barranco que nos lleva en unos diez minutos a una preciosa cala que no es de arena, sino de cantos rodados; piedras como se pueden encontrar en los ríos. Es una cala aislada, muy pequeña en la que merece la pena quedarse un rato disfrutando del entorno.









Para el que quiera continuar, a la izquierda hay un empinado acceso que lleva a Tamariu pero nosotros ya nos dimos la vuelta en este punto. Así que hasta aquí puedo contar.

¡¡¡Buena Andadeta!!!

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