viernes, 16 de noviembre de 2012

Las salinas milenarias de Peralta

Esta andada tiene un atractivo excepcional: las salinas de Peralta. Ya funcionaban en tiempo de los romanos pero se sospecha que podrían tener un origen anterior. Su explotación duró hasta mediados del siglo XX. El conjunto, tristemente abandonado, tiene un grandísimo potencial como centro de interpretación al aire libre, ya que contiene vestigios de casi dos milenios. Ahí es nada.
Lamentablemente, las salinas están en estado de abandono
A Peralta de la Sal llegamos desde Binéfar por dos caminos, según nuestro humor. Ambos coinciden hasta San Esteban de Litera pero, finalizada la recta que precede a esta localidad literana, tenemos una carretera a la derecha que lleva a Peralta directamente y otra, a nuestra izquierda, que nos llevará a nuestro destino pasando por Azanuy. Desde Monzón, tomaremos la carretera que pasa por Almunia de San Juan y la mencionada población de Azanuy. En cualquier caso, recorremos poco más de veinte kilómetros en una media hora, si vamos en coche.

Nuestro itinerario a pie se inicia saliendo de Peralta por la carretera en sentido a Purroy de la Solana. Nada más dejar el casco urbano encontramos a la derecha un camino que está asfaltado hasta las piscinas municipales y la zona deportiva. Ya convertido en camino de tierra, seguiremos a la izquierda. A poco más de un kilómetro, el camino se bifurca. Hacia la derecha, se va a Zurita por el sendero del mismo nombre. Esa ruta la dejamos para una ocasión futura. Giramos hacia la izquierda y a escasos centenares de metros nos encontramos con las impresionantes salinas de Peralta.
El tamaño de las salinas es impresionante
A la entrada del conjunto, en franco deterioro y apreciable estado de abandono, nos encontramos un panel informativo. Colándonos entre las primeras piscinas y una nave abandonada, volvemos a hallar más información sobre la importancia que para Peralta y localidades vecinas tuvo la industria de la sal, que llegó a ser exportada a lugares lejanos.

Es un paisaje lunar. Una ciudad muerta. Ante mis ojos, decenas de piscinas en las que se antiguamente se estancaba el agua del torrente de agua salada que baja de los montes cercanos, vestigio del mar que un día cubrió Aragón. El agua iba corriendo y la sal se iba decantando en un intrincado sistema de canalizaciones. Aún se pueden apreciar los resultados del proceso en varias de ellas cubiertas con alfombras blancas y rosadas de cristales de sal. Enrevesadas calles comunican este sistema de estanques y canalizaciones.
Algunas "piscinas" aún contienen sal

Situándonos de nuevo a las puertas de las salinas de Peralta, hemos de dirigirnos hacia la derecha. Hay un sendero que bordea este complejo por ese lado y que, llegado el momento, nos hace ascender un fuerte repecho. Allí nos encontramos una señal que nos orienta. Serpenteamos en sentido ascendente, obteniendo una impagable visión del conjunto de las salinas y el paisaje del monte literano. Hay que estar atentos ya que no está muy bien marcado el camino.

El bello paisaje del secano literano
Éste bordea por la izquierda una zona de campos de secano en un terreno que ya llanea. Rodeándolos, encontramos un camino de tierra que muere en otro algo mayor. Es entonces cuando hemos de girar hacia la derecha y descender hasta una balsa. La bordeamos y nos dirigimos a la izquierda siguiendo el camino y desatendiendo el sendero marcado porque está muy mal cuidado y la maleza nos impedirá desplazarnos con comodidad.

Ese camino de tierra, paralelo al sendero, topa en una de sus curvas con el final del barranco de Gabasa, lugar en el que finaliza otra de nuestras andadetas publicada en un número anterior; aquella que nos descubría este pequeño y pintoresco congosto de la localidad literana.

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