Esta andada tiene un atractivo excepcional: las salinas de Peralta.
Ya funcionaban en tiempo de los romanos pero se sospecha que podrían
tener un origen anterior. Su explotación duró hasta mediados del siglo
XX. El conjunto, tristemente abandonado, tiene un grandísimo potencial
como centro de interpretación al aire libre, ya que contiene vestigios
de casi dos milenios. Ahí es nada.
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Lamentablemente, las salinas están en estado de abandono |
A
Peralta de la Sal llegamos desde Binéfar por dos caminos, según nuestro
humor. Ambos coinciden hasta San Esteban de Litera pero, finalizada la
recta que precede a esta localidad literana, tenemos una carretera a la
derecha que lleva a Peralta directamente y otra, a nuestra izquierda,
que nos llevará a nuestro destino pasando por Azanuy. Desde Monzón,
tomaremos la carretera que pasa por Almunia de San Juan y la mencionada
población de Azanuy. En cualquier caso, recorremos poco más de veinte
kilómetros en una media hora, si vamos en coche.
Nuestro
itinerario a pie se inicia saliendo de Peralta por la carretera en
sentido a Purroy de la Solana. Nada más dejar el casco urbano
encontramos a la derecha un camino que está asfaltado hasta las piscinas
municipales y la zona deportiva. Ya convertido en camino de tierra,
seguiremos a la izquierda. A poco más de un kilómetro, el camino se
bifurca. Hacia la derecha, se va a Zurita por el sendero del mismo
nombre. Esa ruta la dejamos para una ocasión futura. Giramos hacia la
izquierda y a escasos centenares de metros nos encontramos con las
impresionantes salinas de Peralta.
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El tamaño de las salinas es impresionante |
A
la entrada del conjunto, en franco deterioro y apreciable estado de
abandono, nos encontramos un panel informativo. Colándonos entre las
primeras piscinas y una nave abandonada, volvemos a hallar más
información sobre la importancia que para Peralta y localidades vecinas
tuvo la industria de la sal, que llegó a ser exportada a lugares
lejanos.
Es un paisaje lunar. Una ciudad muerta. Ante mis ojos,
decenas de piscinas en las que se antiguamente se estancaba el agua del
torrente de agua salada que baja de los montes cercanos, vestigio del
mar que un día cubrió Aragón. El agua iba corriendo y la sal se iba
decantando en un intrincado sistema de canalizaciones. Aún se pueden
apreciar los resultados del proceso en varias de ellas cubiertas con
alfombras blancas y rosadas de cristales de sal. Enrevesadas calles
comunican este sistema de estanques y canalizaciones.
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Algunas "piscinas" aún contienen sal |
Situándonos
de nuevo a las puertas de las salinas de Peralta, hemos de dirigirnos
hacia la derecha. Hay un sendero que bordea este complejo por ese lado y
que, llegado el momento, nos hace ascender un fuerte repecho. Allí nos
encontramos una señal que nos orienta. Serpenteamos en sentido
ascendente, obteniendo una impagable visión del conjunto de las salinas y
el paisaje del monte literano. Hay que estar atentos ya que no está muy
bien marcado el camino.
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El bello paisaje del secano literano |
Éste
bordea por la izquierda una zona de campos de secano en un terreno que
ya llanea. Rodeándolos, encontramos un camino de tierra que muere en
otro algo mayor. Es entonces cuando hemos de girar hacia la derecha y
descender hasta una balsa. La bordeamos y nos dirigimos a la izquierda
siguiendo el camino y desatendiendo el sendero marcado porque está muy
mal cuidado y la maleza nos impedirá desplazarnos con comodidad.
Ese
camino de tierra, paralelo al sendero, topa en una de sus curvas con el
final del barranco de Gabasa, lugar en el que finaliza otra de nuestras
andadetas publicada en un número anterior; aquella que nos descubría
este pequeño y pintoresco congosto de la localidad literana.
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